"Una tragedia tras otra"
patricia.arache@gmail.com
Santo Domingo-RD-18-02-2023,.Las tragedias ocurridas en los últimos dÃas en el paÃs no dejan lugar a dudas sobre la necesidad de que la sociedad dominicana haga un alto y propicie una especie de proceso autocrÃtico, para ver si logramos encontrar el camino que conduzca al entendimiento, al respeto, a la consideración y, con todo esto, a la convivencia humana.
Uno de los colaterales más profundos y dolorosos del encierro de casi dos años por la pandemia del COVID 19, en República Dominicana, ha sido la violencia social, sexual, psicológica y fÃsica, a juzgar por los hechos que frecuentemente se producen en cualquier parte del paÃs.
Da la impresión de que grupos de la población han perdido “el tino” y no hay forma de que se encuentren consigo mismo ni mucho menos con los demás. “Les apesta la vida”, como decÃa frecuentemente un amigo, hoy ex jefe de la PolicÃa que estuvo en formación académica por un tiempo en Puerto Rico.
¿Qué pasa por la cabeza de esos individuos, que por sus acciones parecen más que personas, engendros mismos del demonio, o de lo que sea peor en el mundo, cuando cometen crÃmenes de tan cruel envergadura y atrocidad?
Ocurren hechos tan deleznables como el del recién pasado DÃa de San ValentÃn, dedicado a realzar el amor, un joven mató a cuchilladas a su propia madre, sin que mediara ningún altercado aparente, ya que cuando cometió el crimen ella dormÃa, y quizás hasta soñaba con el bienestar de ese verdugo, a quien 19 años antes, ella habÃa traÃdo a este mundo. (San Pedro de MacorÃs).
Como el de un hombre de 25 años de edad, que violó a una señora de 98 años (Haina); o como el de un grupo que mata a puñaladas a un adolescente, de apenas 16 años cuando salÃa del centro educativo al que asistÃa (San Pedro de MacorÃs); o, como el de adultos que provocan la muerte de un bebé, de apenas un año de edad, a consecuencia de ingesta alcohólica.
O como el de grupos que secuestran y, posteriormente, torturan, matan y lanzan los cadáveres en un pozo, de una joven pareja de esposos (Los Alcarrizos); o el de un hombre que mata a cuchilladas a su propio hermano, porque supuestamente escuchaba música en tono muy alto. (BanÃ); o el caso en el que encuentran el cadáver de un joven con 102 puñaladas en el interior de su vehÃculo (San Francisco de MacorÃs).
Y, asà llenamos enciclopedias de casos, con nombres y apellidos, porque los tienen, y no terminarÃamos nunca de exponer la grave situación socio-emocional que está viviendo República Dominicana, a pesar de sus avances en otros muchos aspectos para el desarrollo.
Y, ni hablar de los feminicidios, que en lo que va del presente año 2023, ya se reportan por lo menos 10 casos. Ni tampoco de las confrontaciones y discusiones, ni del desconocimiento a la autoridad que, tampoco se empeñan por generar respeto; ni de los accidentes de tránsito, ni de las velocidades instigadas por la imprudencia; ni de los agresivos limpiadores de vidrios, ni de los pleitos en las escuelas. (RD)
Es más, ni hablar del dÃa a dÃa, ni hablar de las violaciones sexuales a niños y a niñas; ni del escandaloso irrespeto, el abuso, la desconsideración, el crimen de un profesor contra una alumna, de apenas 16 años de edad, que muere desangrada por una certificada violación sexual. (Higüey). ¡Dios, qué difÃcil!
Comparto las estrategias que proponen organismos internacionales para reducir los Ãndices de violencia. Quizás, quienes tienen la responsabilidad de diseñar las polÃticas públicas para prevenirla, puedan considerarlas algún dÃa:
Fomentar relaciones sanas, estables y estimulantes entre los niños y sus padres o cuidadores; desarrollar habilidades para la vida en los niños y los adolescentes; reducir la disponibilidad y el consumo nocivo de alcohol; restringir el acceso a las armas de fuego, las armas blancas y los plaguicidas.
También fomentar la igualdad en materia de género para prevenir la violencia contra las mujeres; cambiar las normas sociales y culturales que propician la violencia; y establecer programas de identificación, atención y apoyo a las vÃctimas.
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