ARTICULO DE OPINIÓN // La responsabilidad municipal // POR ALFONSO REYES
EL RADAR.COM,La elección que cada cuatro años hacen los ciudadanos mediante el voto popular para determinar quiénes serán los funcionarios que habrán de administrar el patrimonio de las ciudades cabeceras de provincias (155), es cada vez más decepcionante y va más allá del concepto mismo que de esa responsabilidad tienen los propios elegidos para los importantes cargos.
Con frecuencia escucho por los medios electrónicos y leo en los diarios nacionales criterios que, a nuestro modo de ver, dictan mucho de las responsabilidades puestas sobres los hombros de tales funcionarios. Pero la situación parece más complicada de lo que un número considerable de ciudadanos se imagina. Es complicada porque la situación, debido a las informaciones disponibles, abarca a casi la totalidad de la matrícula que conforman los diferentes cabildos. Las excepciones confirman la regla, dice la leyenda.
Los males que enfrentan los ciudadanos en la casi totalidad de los cabildos se evidencian desde la simple e importante acera (espacio para caminar) hasta levantar la vista para advertir la presencia de deslumbrantes vallas publicitarias apadrinadas muchas de ellas por personas que no resisten una auditoría transparente. A ello también se agregan otros ales que mantienen en vilo los 365 días del año a los habitantes que merecen un mejor tratamiento. Los ciudadanos son los legítimos dueños de los espacios públicos y no el de un taller, improvisados negocios y cualquier invento de un padre de familia, quien tiene derecho a trabajar en con algún nivel de organización para lo cual está la autoridad municipal.
Debe haber pasado más de una veintena de años cuando algunas personas solían denunciar esos problemas que inciden directamente en el tránsito de la gente, pero al no recibir la atención debida; la ciudadanía ha decidido no continuar haciéndolo, porque realmente era y es perder el tiempo. La ilegal práctica crece cada día, sin ningún tipo de control y tal parece que los nuevos
ciudadanos que nacieron contemplando la situación descrita, observan y consideran hasta normal la presencia en las aceras y en otros espacios públicos de toda suerte de negocios, objetos, obstáculos; pero eso sí, ninguna acción encaminada para que los ciudadanos puedan por lo menos transitar con cierta facilidad.
Esa situación parece tener su mejor aliado en la inactividad de las autoridades municipales, sobre todo, de los grandes municipios, la ineficiencia o tímida retirada de los desperdicios que es una de las reducidas tareas que los cabildos desarrollan. Dos ejemplos de vastísima credibilidad son los cabildos de San Cristóbal y de Santiago. Si crítica es la situación que enfrentan los ciudadanos de la primera de esas ciudades no menos lo es para los residentes en la segunda, porque la basura arrastra toda suerte de alimañas y enfermedades, especialmente en la población más frágil de esos municipios.
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