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Vivir entre la muerte, el peso de la independencia en Haití.


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Fuente: excelsior.
Por: Miguel Alejandro Rivera* Los procesos independentistas de los últimos siglos alrededor del mundo han sido motivo de celebración para todas las naciones que lograron emanciparse del imperialismo que, en algún momento, tuvo a sus pueblos originarios esclavizados y bajo el yugo de alguna monarquía. África, América Latina y el Caribe poseen los más claros ejemplos en cuanto a países que actualmente celebran haber desterrado a los colonizadores que llegaron hace cientos de años a obtener beneficios de sus riquezas naturales. Sin embargo, la independencia no siempre ha sido, por sí sola, el bálsamo sanador para los pueblos oprimidos de los llamados “países tercermundistas” o, más recientemente, identificados como el Sur Global, pues, en gran parte de los casos, las patrias que lograron la victoria ante el imperio siguen siendo víctimas de otro tipo de imperialismo. Por ejemplo, Haití fue el primer Estado independiente de la región de América Latina y el Caribe, al vencer en 1804 al yugo francés comandado por el mismísimo Napoleón Bonaparte. No obstante, y fiel a su costumbre ancestral, Estados Unidos, al mando presidencial de Thomas Jefferson, negó la independencia de este país, lo que trajo a la isla varios conflictos políticos y sociales. Además, la economía haitiana vino en decadencia, por lo que el nuevo gobierno pidió créditos a bancos franceses, lo cual hundió más su patrimonio nacional. Hoy en día, Haití es una de las economías más pobres de su zona, pues, gracias a las dictaduras de los Duvalier prácticamente 30 años de terror, según el Banco Mundial, la economía del país caribeño cayó a un ritmo medio de 0.2% por año durante la década de los 80, y se encogió un 0.4% más por año durante los 90. Como si se tratase de una maldición, un extraño conjuro que castiga al país que fue ejemplo de libertad para la región en el siglo XIX, las tragedias contra Haití son a veces hasta ridículas. Un informe elaborado por médicos franceses, liderados por el doctor Renaud Piarroux, uno de los más respetados expertos en el cólera a nivel mundial, determinó que la enfermedad llegó a Haití con los cascos azules nepalíes de la ONU, que asistieron al país en 2010 para apoyar a la sociedad tras el histórico terremoto de siete grados. Aquel año, en tan sólo seis semanas, al menos 2 mil 120 personas murieron como consecuencia del cólera y 93 mil 222 fueron infectadas. Hoy, la violencia es lo que destroza las venas de una nación que el 3 de marzo pasado observó, impotente, la fuga de unos 3 mil 600 reos de la más importante prisión de su capital, Puerto Príncipe, la cual estaba diseñada para contener sólo a 700 presos. Las imágenes que éstos hechos dejaron son aterradoras: cuerpos calcinados en las calles y cadáveres pudriéndose por doquier; sin embargo, otras consecuencias son más desalentadoras, como los tres millones de niños que, según Save the Children, requieren ayuda humanitaria urgente. 96% de los pequeños huye de sus hogares por las condiciones de abandono y violencia que enmarcan la realidad social en la isla. Asimismo, 40% de los menores de cinco años que viven en Puerto Príncipe y sus alrededores padecen desnutrición… quienes debieran ser el futuro haitiano sufren un presente poco prometedor. Revisar un poco su historia y las condiciones en las que se encuentra Haití nos ayuda a comprender, por ejemplo, por qué para su gente resulta casi un edén dormir en las calles de la Ciudad de México y algunas otras demarcaciones como Tijuana, donde el frío o el calor insoportable, las condiciones insalubres, la falta de agua e, incluso, la discriminación e insultos de las personas, son más soportables que vivir en un país donde, según testimonios, no puedes dormir tranquilo ni aunque tengas la puerta cerrada, por miedo a que las fuerzas criminales decidan que serás la siguiente de sus víctimas. En 2021, ni el entonces presidente, Jovenel Moïse, se libró de ser asesinado, lo que agravó la inestabilidad política en Haití. Peor entonces, la sociedad civil vive en la indefensión. Apenas en febrero pasado, los vecinos de una comunidad montañosa al sudeste del país hallaron muertos a 16 miembros de una familia que habían asistido apenas a un funeral. Estar rodeados por la muerte es la realidad de la gente que huye; por eso no queda más que soportar lo que haya de venir con la migración. Por triste que parezca, Haití parece llevar el peso de haber sido ejemplo de libertad e independencia. La única frontera terrestre que el país tiene es con República Dominicana, que ni de lejos acusa los problemas que arrastran desde hace siglos los haitianos: unos cuantos kilómetros hacen enormes diferencias. Qué difícil analizar ciertos casos de pronto. *Periodista y escritor Columnista: Opinión del experto nacionalImágen Portada: Imágen Principal: Send to NewsML Feed: 0

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