Se hunden entre la basura de Duquesa para sobrevivir
Los “buzos” esperan la llegada de los camiones y tras abrir las compuertas, se lanzan a extraer las cosas de mayor valor, los plásticos y metales principalmente, para luego venderlos.
Buscan uno que otro calzado, prenda de vestir o artÃculo del hogar utilizable y mercadeable. También hurgan en la basura latas y botellas a fin de “intercambiarlas” por un par de pesos. La faena es terrible, riesgosa y cansona.
“El hierro se vende por kilos”, explicó a ListÃn Diario un “buzo” que iba con un pesado saco al hombro, tras terminada su jornada.
Los que se agotan tratan de descansar sobre lomas de basura más pequeñas y menos húmedas.
Esta actividad involucra tanto a hombres, mujeres como a niños, incluso hasta adultos mayores compiten por hallar lo mejor, en una lucha constante por recolectar cosas de valor. Quien resulta más hábil gana más.
Ese afán de búsqueda y recolección en Duquesa ha generado riñas con saldo de hechos sangrientos, según confesaron.
Llamó la atención una joven que sonreÃa por lo que acababa de encontrar. “Estos ta’ bueno”, dijo en precario español cuando se le preguntó por los paquetes de pelo que encontró, el probable desecho de algún salón o peluquerÃa.
Entre el vertedero seguà hurgando, montañas de basura parecÃan más interminables que los camiones que entraban y salÃan. Una “industria” que no para.
Continuó el recorrido hasta llegar al “área de comida”, ubicada en el mismo centro del vertedero, pero se distinguÃa por tener una especie de orden.
Varias señoras bajo paraguas que disminuÃan los rayos del sol, y sentadas en bancos o sillas, vendÃan diferentes alimentos a su clientela. Cientos de trabajadores informales que de sol a sol laboran en el vertedero.
Yaniqueques, yuca, plátanos y huevos hervidos predominaban en el menú a precios desde 15 y 20 pesos, pues los clientes no son muy remunerados por la “industria” para la que trabajan.
El huevo y el arenque eran las principales compañas, según se pudo observar, y para completar la dieta también se ofrecÃa dulce de leche, cuyas porciones cuestan 5 y 10 pesos.
Los derivados de la harina, junto a una especie de bollos de yuca, componÃan el principal carbohidrato de la dieta, mientras que el huevo y el arenque las principales fuentes de proteÃnas.
No es de extrañar que para tan fatigante jornada, haya que comer este tipo de alimentos en importantes cantidades, desplazarse a otro sitio era menos via ble, y los hace correr el riesgo de perder un “buen camión”. Básicamente esa es la razón por la que comen ahà mismo, según explicaron.
En cuanto a las bebidas, la oferta está compuesta por funditas de agua y refrescos, guardados en termo-neveras de diferentes tamaños que, pese al terrible calor, cumplen su objetivo y los mantienen frescos.
Las preguntas y los equipos del ListÃn Diario parecÃan intimidarlos, no acostumbran a ver allà a desconocidos, entre timidez y risas expresaban sus escuetas respuestas, mientras hacÃamos un esfuerzo por entenderlas. Otros tenÃan una actitud más cooperadora, e incluso se ofrecÃan como guÃas, traductores e instructores de lo que querÃamos averiguar.
Asà se vive en Duquesa, donde las ONG, agencias e instituciones que implementan polÃticas para erradicar la pobreza, la marginalidad y la migración, no parecen llegar.
La insalubre y precaria forma de subsistencia no es de gran preocupación para ellos, es lo que saben hacer, y muchos es lo único que han visto, pues han abandonado las escuelas para unirse a estas labores junto a sus padres, mientras otros ni siquiera cuentan con la documentación para estudiar o ejercer otro oficio.
Entre las pocas horas que duramos allÃ, casi resulté herido por pisar maderas con clavos. Pensé entonces en ellos que caminan diariamente por más horas.
POBREZA
Un mundo de precariedades
Sustento.
Estiman que a diario los “buzos” pueden conseguir entre 500 y 1000 peso dependiendo de la suerte que trajera el dÃa.
Hábitat.
Dentro de Duquesa hay una vida oculta en la que se sobrevive.
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