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El PRM y el PLD son quienes tienen que acordar cuándo hay elecciones

EL RADAR.COM.-Felipe Ciprián
felipe.ciprian@listindiario.com
Santo Domingo, RD

Toda la energía y la capacidad de trabajo de este país deben es­tar al servicio de la causa suprema de los do­minicanos en este momen­to: defender a la gente del embate del coronavirus Co­vid-19, pero el laborantis­mo político no permite esa concentración necesaria.
Aunque el virus sigue mostrando que va a con­taminar a decenas de mi­les de dominicanos de to­dos los estratos sociales, una parte de la fauna po­lítica dominicana, total­mente de espaldas a esa realidad para mirar hacia sus deseos, está afanada en forzar la celebración de elecciones presidenciales y legislativas que expon­drían a millones de perso­nas al contagio.
Nunca como ahora las elecciones nacionales han tenido tanta importancia porque estamos en un va­cío constitucional hace ra­to porque la ley sustantiva no prevé que llegue el fin del período presidencial y legislativo sin que se con­curra a votación y por lo tanto, no está definido a quién le corresponde asu­mir el control del poder provisionalmente.
Como la Constitución no arroja luz para resolver esa cuestión dentro del marco de ella, no hay que ser un jurisconsulto para saber que dada la circunstancia de que las elecciones no se van a celebrar en la fecha establecida y muy proba­blemente tampoco el 5 de julio como ha fijado la Jun­ta Central Electoral (JCE), se impone un pacto políti­co para establecer una fór­mula de poder provisional que tome el mando que en­tregará el 16 de agosto el presidente Danilo Medina.
A lo que los políticos nos tienen acostumbrados en este  país es a ver que ellos están por encima del inte­rés nacional y de la “salud de la patria”, por lo que lo­grar un advenimiento pa­ra establecer un poder pro­visional no será tarea fácil aunque lo que dificulta la celebración de elecciones en su fecha no es un cuarte­lazo ni una montonera, si­no una pandemia que des­angra al mundo en todos los órdenes.
Los dirigentes políticos capaces de colocarse por encima de sus ambiciones personales –no tienen dife­rencias político-ideológicas y mucho menos programá­ticas- son tan escasos, que si existe alguno su fuerza real es insignificante para hacer variar el curso de los acontecimientos.
Regresó el bipartidismo
Las elecciones municipales celebradas el 15 de mar­zo pasado arrojaron resul­tados muy elocuentes que pocos han querido exponer con toda su crudeza.
Esos comicios demostra­ron que en el año 2020 el bipartidismo ha regresado con fuerza a la política do­minicana y los últimos rema­nentes caudillistas están en bancarrota, aunque siguen cloqueando como pavos des­pués que les cortan la arteria yugular, pero su aleteo solo contribuye a un más rápido desangramiento para morir.
Aunque estaban convo­cados 7,4 millones de elec­tores a las urnas, solo acu­dieron 3,6 millones, que representan el 49.1 por ciento. El restante 50.9 por ciento no fue a votar por dos razones obvias: no les simpatizaban los partidos ni sus candidatos por ser todos iguales y más de lo mismo; y no querían conta­giarse  del Covid-19 que ya estaba en el país.
El voto los coloca en su lugar
De los 3,6 millones de vo­tos emitidos, el Partido Re­volucionario Moderno (PRM) fue el que obtuvo el mayor respaldo al alcanzar 1,371,357 sufragios, equiva­lentes al 39.1 por ciento; el Partido de la Liberación Do­minicana (PLD) entró se­gundo con 1,184,222, que representan el 33.8 por cien­to y los votos nulos que fue­ron 176,864, igual al 4.8 por ciento del total de votos.
Los demás partidos, en forma particular, obtuvie­ron votaciones que solo al­canzan para ser bisagras y en la mayoría de los casos, puntillitas para media suela de chancletas.
El partido Fuerza del Pueblo, cuyo dirigente es Leonel Fernández, obtuvo 122,326 votos, lo que equi­vale al 3.4 por ciento, por debajo del Partido Revolu­cionario Dominicano (PRD) que consiguió 174,813, igual al 4.9 por ciento; y del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) que que­dó con 143,626, para un porcentaje de 4.1.
Nadie debe olvidar que en las primarias del PLD ce­lebradas el 6 de octubre de 2019, Gonzalo Castillo ob­tuvo 911,324 votos y Leo­nel Fernández 884,630.
Los resultados municipa­les indican que entre octubre de 2019 y marzo de 2020, los seguidores de Gonzalo fueron todos a votar y conquistaron a 272,898 nuevos electores, mientras que de todos los que tenía Leonel en las primarias del PLD, 762,304 simplemen­te no fueron a respaldar a su partido. ¿Por qué?
Los restantes 19 parti­dos quedaron por debajo de 50,000 votos cada uno, encabezados por Domini­canos por el Cambio (DxC) que preside Eduardo Estre­lla, que alcanzó 49,731 (1.4 por ciento) y finalizando con la Fuerza Nacional Pro­gresista (FNP) dirigida por Marino Vinicio Castillo, que cosechó 9,243 votos, que representan el 0.2 por cien­to de la votación general.
Hay dos partidos
Esa votación refleja muy claramente que de cada 10 dominicanos que acudieron a votar, 7 lo hicieron por el PRM o el PLD, dejando muy lejos a las demás opciones que concurrieron a las elec­ciones.
Ese resultado indica que esencialmente son el PRM y el PLD los que tienen que sentarse a abordar la situa­ción electoral y el probable vacío de poder que puede presentarse si la pandemia “prosigue su agitado curso”.
¿Alguien quiere ser Pre­sidente de la República es­cogido en unas elecciones donde no votará ni siquiera el 30 por ciento de los ins­critos? ¡Qué escamoteo!
Falta saber si el PRM se­guirá una línea indepen­diente frente a Leonel para el porvenir inmediato co­mo hizo en las dos sema­nas previas a las elecciones municipales con tanto éxito o se lo colgará a horcajadas sobre el cuello para dificul­tar un entendimiento con el PLD que garantice un poder provisional para celebrar las elecciones cuando la mayoría de los dominicanos pueda concurrir a las urnas sin peligro de contraer el vi­rus mortal que contagia a un metro de distancia.
Si el PRM no entiende es­ta realidad y se pone de ton­to a amontonar siglas de partidos sin votos para di­ficultar los pasos prácticos que conduzcan a unas elec­ciones concurridas, comete­rá un error histórico y em­pujará al país a un callejón sin salida como desearían quienes no quieren que les cuenten sus votos porque caven en una tinaja de un matrimonio sin hijos en El Palo de Sabina, de la cordi­llera Central.
¡Cuando pase la tempes­tad, contaremos las estrellas!
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