Articulo de Opinión // El hombre y la circunstancia // Por Alfonso Reyes
EL RADAR.COM,Tras la depresión económica de
1927, acentuada dos años más tarde (1929), generó una violenta represión de
obreros e intelectuales, a lo cual se agregó la falta de sintonía entre la
burguesía y la dictadura; se convirtió inevitablemente en el objeto
cuestionador a partir del cual se une toda la oposición en agosto de 1930, en
el llamado “Pacto de San Sebastián”, en Madrid, España.
Tras la dimisión de Primo de
Rivera, los gobiernos de Dámaso Berenguer (la
denominada «dictablanda») y de Juan Bautista Aznar-Cabañas no harán
otra cosa que prolongar momentáneamente la decadencia, hasta que en las
elecciones municipales de 1931 el rey, aun habiendo salido victorioso, decide
marchar, proclamándose posteriormente el 14 de abril la Segunda
República Española.
Ésta pasará por distintas
formaciones de gobierno. Es decir, comienza con la etapa del bienio
social-azañista, un período de numerosas reformas de toda índole; pero tras
esta etapa llega el bienio radical-cedista,
caracterizado por la anulación de las reformas anteriores y una serie de
medidas de represión para las distintas revoluciones, entre ellas la revolución de 1934.
Siguiendo las pautas del
conocido Komintern, varios
partidos de izquierdas se unen en el denominado Frente Popular, que se
concibe como un frente antifascista. Este gobernará, oficialmente, desde el
1936 hasta el 1939, pero el 17 de julio de 1936 se produce el golpe de estado que dará
lugar a la Guerra Civil Española.
Este fue un preámbulo de la Segunda Guerra
Mundial que poco después se produciría en el resto de Europa, dada la
confrontación entre las dos principales ideologías que convivían en ese momento
histórico. Aparte del drama que supuso el conflicto civil, el triunfo de las
fuerzas sublevadas dirigidas por el general Franco supuso el
establecimiento de una dictadura militar que duraría
treinta y seis años.
En el siglo XX Europa se
debatía entre dos corrientes de pensamiento: el vitalismo y el historicismo. Desde el
vitalismo se consideraba que la esencia de la realidad no se reduce a la razón
pura, sino a un principio originario fundamental, que es la vida.
El ser humano es historia, y
se va constituyendo a lo largo del tiempo. Como consecuencia de estas
tendencias surgieron en la filosofía orteguiana los conceptos de razón vital y
razón histórica.
En España cobró especial
importancia el krausismo, movimiento de renovación
cultural promovido por Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza. A este le
siguió la llamada generación del 98,
caracterizada por su preocupación por España. A este respecto, partían de una
visión pesimista del presente español, provocada por su profunda crisis moral.
De esta generación destaca un
pensador original, asistemático y solitario, Miguel
de Unamuno, quien recoge en sus obras temas de Kierkegaard cuando este
era prácticamente desconocido en Europa.
Entre 1906 y 1912 mantuvo una
amarga polémica con Ortega sobre el tema de la «europeización de España o la
españolización de Europa», de la que se ha difundido sobre todo la lapidaria
expresión unamuniana: «¡Que inventen ellos!», que
Ortega percibía como una «desviación africanista del maestro y morabito
salmantino».
No hay comentarios