ARTICULO DE OPINIÓN // EL TIRO RAPIDO: CUIDEMOS EL METRO. /// POR MARIO RIVADULLA

Objeto en sus inicios de serias dudas y de ácidas críticas,  calificándolo de inversión dispendiosa y cuestionando sobre todo su elevada inversión, el Metro se ha ido imponiendo en la preferencia de un número creciente de pasajeros y convertido en referente de reclamo para la creación de nuevas líneas, hasta el punto de mover al Presidente Danilo Medina a disponer,  a pesar de las limitaciones presupuestarias en que se desenvuelve su gobierno, la construcción de la tercera, ya en proceso,  que se espera beneficie a un número mucho mayor de usuarios. 

Muchos de los que dudaban y otros que lo criticaban terminaron por aceptarlo y  verlo con otra perspectiva mucho más acogedora.  Como vista hace fe, a ello contribuyó en mayor medida la agradable sorpresa que representó las condiciones en que se enmarcó la operación del Metro.  Por primera vez se dispuso de un sistema de transporte público ordenado, limpio, eficiente  y cómodo en contraste con el pésimo servicio que prestan conchos y ómnibus, en gran  número de casos con vehículos en pésimas condiciones mecánicas y de higiene y donde los usuarios tienen que sufrir todo tipo de incomodidades. En adición, el sistema ha representado una economía significativa para los usuarios en comparación con las tarifas  del resto del costoso transporte público.

Ajustado a estrictas y respetadas normas de conducta que echaron por tierra el falso concepto de que el dominicano es incapaz de someterse a normas civilizadas de comportamiento, el Metro casi se ha convertido en motivo de orgullo nacional, sobre todo de los residentes en la capital y ya la progresista Santiago de los Caballeros está clamando por el suyo.

Ahora bien. Ese preciado patrimonio requiere prestarle la más celosa atención para evitar que se degrade tanto la calidad del servicio como su imagen.  

En dos recientes entregas, la segunda aparecida en este día, el matutino Hoy es portador de noticias preocupantes sobre el Metro, revelando los desperfectos y salida de servicio de escaleras mecánicas que dificultan el acceso, sobre todo a impedidos, mujeres embarazadas o con niños en brazos y personas mayores así como otras deficiencias en varias de las paradas del sistema. 

Más preocupante aún: el reportaje que firma el periodista Juan M. Ramírez advierte del progresivo estado de arrabalización que se está dejando sentir en distintas paradas de ambas líneas.   Dos casos específicos: la Mamá Tingó prácticamente ha sido convertida en una especie de sanitario al aire libre donde los choferes de carros públicos efectúan sus necesidades fisiológicas sin ningún pudor; y en la Ulises Francisco Espaillat, de la línea 2, intersección de la Churchill con Kennedy, ha sido tomado por asalto por otro grupo de choferes públicos apropiándose de una de las vías y obstaculizando el tránsito normal.  Como era de temer no falta tampoco la invasión de los buhoneros que ocupan vías de acceso con la comercialización de los más variados artículos. 

Esto sin contar el incumplido servicio complementario de las rutas alimentadoras que formaban parte del proyecto original y cuyos ómnibus, al cabo de dos años de haberse adquirido sin entrar en servicio, han sido ahora apropiados por la ineficiente OMSA para sustituir parte de su destartalada flotilla, convertida en gran medida en verdadera chatarra por falta de piezas y adecuado mantenimiento.

Una predicción pesimista: si se continúa permitiendo impunemente esta situación de desorden en los exteriores del Metro, terminará por invadir también el interior de los vagones, arropando y  convirtiendo en un penoso caos lo que hasta ahora ha sido un sistema ejemplar.  Y cuanto esto ocurra, en vez de orgullo lo que sentiremos será una profunda frustración y vergüenza.

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