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Pongamos nuestros ojos en Jesús.

Haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz. Filipenses 2: 8

Por Montserrat Bogaert.

¡Qué hermoso es obedecer a Dios! Que sea Él quien dirija nuestros pasos, teniendo la convicción de que en otra forma sería imposible alcanzar nuestro propósito, porque Él es el único que lo conoce. Pues antes de que naciéramos, ya nuestro destino estaba hecho en los Cielos.

Estemos dispuestos a pasar por desiertos, valles, tempestades, tormentas, fuego, con valentía y sin dudar de que Dios está con nosotros en todos estos procesos difíciles, pero necesarios para perfeccionarnos. Porque en cada uno de ellos Dios nos mostrará lo que tenemos que dejar que no nos permite avanzar, permaneciendo en ese lugar hasta que nos hayamos despojado de todo, listos para emprender otro desafío que nos hará crecer hasta llegar al destino final.

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