ARTICULO DE OPINION // EL TIRO RAPIDO: “CON GRAN RESPALDO” // POR MARIO RIVADULLA

El Presidente Danilo Medina no podía esperar una respuesta más positiva al proyecto de ley sobre Regularización y Naturalización entregado ayer al Presidente de la Cámara Abel Martínez para su discusión y aprobación por el Congreso.  Ha sido abrumadoramente favorable al mismo la reacción de personalidades, juristas, incluyendo los más versados en temas de migración y nacionalidad, iglesias,  partidos políticos y diferentes entidades representativas de la sociedad.  También de los medios de comunicación en general.

El proyecto en cuestión se refiere a dos casos específicos: el de aquellos hijos de extranjeros nacidos en el país antes del 18 de abril del 2007,  cuya inscripción en el Registro Civil presenta algún tipo de irregularidad no dolosa ni imputable a los inscriptos y la de los hijos de extranjeros, indocumentados o no, alegadamente nacidos en territorio nacional,  pero que no figuran en el Registro. 

Para ambos establece trámites diáfanos y prácticos.  En el primero, dispone corregir las actas correspondientes y expedirles sus documentos como dominicanos de pleno derecho con efecto retroactivo para todos sus actos al momento de su inscripción y en el segundo, fijando el mecanismo para que, partiendo de su condición de extranjeros y registrándose como tales, puedan en su momento, una vez cumplidos los trámites de ley, optar por la naturalización.  Oportuno recordar, sin embargo, que conceder la misma es un ejercicio de soberanía y un derecho privativo del Estado.

Figuran también sanciones para quienes incurran en evidente y deliberado propósito de falsedad al realizar la solicitud de registro de extranjero, con penas económicas y de prisión que pueden ir de dos hasta cinco años.  Y asimismo, otorga un plazo a la Junta Central Electoral para remitir al Ministerio Público los nombres de oficiales del Registro Civil que hayan incurrido en infracción penal al momento de realizar una inscripción indebida, con fines deliberados de falsedad.

El proyecto de ley del Ejecutivo se corresponde con el espíritu humanitario que había  prometido el Presidente Danilo Medina al tiempo de ajustarse al fallo, obligado y vinculante a todos los poderes públicos,  dictado por el Tribunal Constitucional por el voto favorable de la casi totalidad de los magistrados que lo integran, excepto dos disidentes.

Reconoce y valida al mismo tiempo, el trabajo de revisión del Registro Civil desde 1929 a la fecha, llevado a cabo por inspectores de la Junta Central Electoral y personal de las distintas oficialías en todo el país, en total casi ochocientos, quienes llevaron a cabo el mismo en un tiempo récord, agotando fatigosas jornadas de 10 y hasta 12 horas diarias, incluyendo los fines de semana.  Una meritoria labor que fue verificada por la Comisión de Veedores nombrada a ese fin, presidida por Adriano Miguel Tejada, director del Diario Libre y que tuvimos el honor de integrar.

Esa minuciosa revisión estableció en unos veintidós mil extranjeros, de los cuales alrededor de catorce mil haitianos, la cantidad de inscriptos irregularmente, que ahora, salvo en casos comprobados de deliberada falsedad imputables al beneficiario,  verán saneadas sus actas y recibirán su acreditación como dominicanos. Ese trabajo y ahora el proyecto, echa por tierra la falsa y fabulada cifra de más de 200 mil “desnacionalizados”, aireada con evidente ligereza y sin la menor base,  aquí tanto como en el extranjero,  cuyo alegado nacimiento en el país no figura asentado en el Registro Civil.

De justicia reconocer la forma sensata y serena con que el Presidente Danilo Medina ha manejado este tema tan delicado y controversial.  El mandatario supo resistir con gran entereza todas las presiones a que se vio sometido, tanto locales como foráneas.  Se tomó su tiempo para llevar a cabo un amplio proceso de consulta y reflexión, fruto del cual ha sido la elaboración de este proyecto que constituye un gran paso de importancia para hacer lo que nunca se había hecho en un asunto tan espinoso, dando evidencia con ello, quizás como en ninguna otra decisión anterior de su gobierno,  de poseer la talla de un auténtico estadista.

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